"....No hay que confundir valor y precio..."


Mi cuñada Mayda (una chica con muy buen gusto, siempre pendiente de la moda) ha estado colocando en el Facebook, notas sobre las pasarelas europeas para la próxima primavera y algunos artículos de la revista Vogue sobre el tema. Entre otras cosas colocó un comentario sobre las joyas que el diseñador mexicano radicado en New York Eduardo Garza creó, inspirado en un reciente viaje a su tierra natal donde visitó la “Casa Azul”: El museo de Frida Khalo y la que fuera en vida su vivienda.

Según comenta el artista, un encuentro con las joyas de Frida lo inspiró para la colección que acaba de lanzar recientemente donde usa ámbar natural y antiguas cuentas aztecas, unidas con hilos de algodón.

El propio Garza dice de su inspiración: “Cuando usted observa sus pinturas, la mayor parte de su joyería tiene profundo simbolismo y quise capturar eso en mi colección”. Es fácil entenderlo porque las pocas joyas que Frida usaba, eran piezas artesanales indígenas y como todo lo de ellos, llenas de significado.

Como aprendiz de joyera me llamaron de inmediato la atención las piezas, las cuales se suponen obras de un diseñador al que recurren las socialités del mundo cuando desean algo muy especial, y no pude dejar de sorprenderme por la simpleza de los diseños, pero más aun, por su precio.

Ninguno de los collares que pude ver en la revista, bajaba de los 3,000 dólares y en ninguno de ellos había, siquiera, un mineral precioso. Esto me hizo proferir un taco gráfico por el cual mi otra cuñada, Mery, estuvo a punto de lavarme la boca con jabón. Pero realmente no era eso lo importante en todo este cuento. Mientras me justificaba para evitar la enjabonada, desarrollé la idea que le expliqué a Mery y que ahora paso a transmitirles a ustedes.

Desde mi punto de vista muy personal, los artistas en general y los diseñadores en particular, llegan a un momento de su fama donde comienzan a abusar de ella haciendo a sus seguidores esclavos de lo que les plazca sin mayor justificación; además, obligándoles a pagar por su falta de criterio, con el castigo de venderles sus creaciones a precios exorbitantes.

Yo, particularmente, nunca he considerado de buen gusto exhibir la marca de los diseñadores como una forma de mostrar mi refinamiento o mi alcance económico; es por eso que no encuentro nada “trendy” llevar un bolso de tela por el cual pagué un ojo de la cara, con el que le hago publicidad gratuita a Gucci, Fendi o Christian Dior; como tampoco unos zapatos con hebillas metálicas que cumplen el mismo objetivo. Ni siquiera el eufemismo de Christian Louboutin, -que no le pone hebillas ni botones a sus obras, pero no importa cual combinación de colores tenga la capellada su nombre se pone de manifiesto en sus suelas rojas- me convence; me parece detestable, por ejemplo, estar calzada con unos zapatos de lagarto verde acompañados de suelas rojas como si fuera un duende de Navidad y pagar por ello 1,200 dólares.

Todas esas cosas que la gente llama “símbolos de estatus” y que se construyen sobre su publicidad más que sobre sus cualidades reales como producto, conmigo se morirían de hambre porque siempre he considerado que mi símbolo de estatus SOY YO y no requiero de ningún objeto que me otorgue -o pretenda que puede otorgarme-, lo que me pertenece por derecho natural. Muy por el contrario, pienso que si necesitara objetos que me confirieran valía, sería porque sin ellos, no la tengo. Algo, de paso, nada conveniente para quien vive como en montaña rusa: Unas veces sentada sobre el dinero y otras, él sentado sobre mí.

Pero volviendo a lo nuestro; como es tan común que las personas crean que “hay que tener” para “poder ser” y no lo contrario -como debieran-, la publicidad que medra sobre esa premisa y crea a propósito necesidades irreales en el público para obligarlo a consumir, ha abonado cuidadosamente el terreno de cultivo de estos hábiles aprovechadores de las debilidades humanas.

Estos personajes, usualmente, tienen grandes talentos creadores; pero también pueden no tenerlos y en cambio, saber mercadear con inteligencia y administrar con dedicación la mediana capacidad artística que los acompañe. Ejemplo notable de ello, a mi ver, es el artista brasileño Romero Britto; sus dibujitos -más cercanos a los comics y al diseño gráfico que a las bellas artes-, pueblan las casas, calles, plazas y centros comerciales de Miami y al rededores, y hasta en bazares y fiestas de caridad se pueden obtener sus mugs y parafernalia, a precios de “obra de arte”.

Del mismo modo y salvando las distancias, un genio inconmensurable como Salvador Dalí, un día cuando vino a vivir por un tiempo a New York (entre 1939 y 1948), se convirtió en maestro del exhibicionismo y la autopromoción alcanzando la gran excentricidad que conocimos en él, y cuando fue criticado por sus ex compañeros del movimiento surrealista (André Bretón y compañía) y lo bautizaron como “Avida Dollars” (sediento de dólares), anagrama de su propio nombre, Dalí repuso a esto que no tenía culpa de que los norteamericanos estuvieran dispuestos a pagar lo que les pidiera por cualquier objeto con su firma, y abrazó el sobrenombre con regocijo. Así amasó la gran fortuna que le permitió luego retirarse a Port Lligat a pintar de vez en cuando.

Entonces volvamos al principio y cerremos este post; toda esta disertación es en realidad sobre la diferencia entre valor y precio. Valor: Cualidad, virtud o utilidad que hace que algo o alguien sea apreciado. Precio: Suma de dinero que se paga por un objeto.

Normalmente el precio lo define la demanda y lamentablemente, el mundo está lleno de gente que no comprende la diferencia.

Hasta la próxima!


Comentarios

  1. Mariana, como siempre, inteligente, clara y agudisima.....hermanita....hasta que los imbeciles con plata, no se den cuenta de que la industria de la moda esta montada para sacarles los reales.... que su necesidad de demostrarle al resto de los seres humanos que ellos tienen mas que los demas y que (los empresarios de la moda) ese el aspecto de la naturaleza humana que explotan, para lograr su fin....que no es otro que venderles cosas normalitas a 1000 veces su precio....pues esto seguira y seguira y seguira sucediendo...alla aquellos que les guste botar el dinero para retregarselo por la cara a los demas......pobres de espiritu y de inteligencia.....por otra parte.....excelente articulo.....te felicito.....Estoy de acuerdo contigo en todo....un besote.....Jose Agustin

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  2. Diana Marcano de Sforzina9 de noviembre de 2009, 2:41 p.m.

    Muy bien escrito y muy acertado y real tu analisis. Te felicito

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  3. Amiga mia, tu claridad y agudeza hablan de tu talante de mujer inteligente y con carácter ! Me identifico plenamente con tu cambalache y desearía que tu pluma llegara a muchas mas personas. Pero con las "joyas" y "artistas" sucede como con el talento de comunicadora que tienes: "ni son todos los que están, ni están todos los que son"... Un abrazo

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  5. Suscribo! Yo por mi parte prefiero al mocho de aqui de la esquina de la casa que hace unas artesanias con chucho de palma, trenza de zapato, cajita de fosforo y alambre que son de padre y señor mio. Claro que esta demas decir que tu joyeria no tiene nada que envidiarle a la de nadie, digo mas, TIEMBLA TIERRA! Que en un par de años mas vas a estar cotizada como el amigo este del que te quejas... ya veras.

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  6. Y uno que de economista pasa unos dos anos estudiando unica y exclusivamente la teoría del valor (producción y reproducción), la teoría de la oferta y la demanda, la teoría del poder!!!.Para que?. Tu análisis es certero y agudo. Además, más ameno. Lo único que te dejo como paradoja es que en realidad el valor y el precio son sólo uno. Lo que el productor pida y el público esté dispuesto a pagar. Lo que necesita la gente es tener un poco más de conciencia. Pero como los símbolos de estatus son tan importantes para el circo social!!! A la espera de tu próxima entrada.

    Besos. Coqui

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