Homenaje

Para mi hoy, esto no está nada fácil... Tengo que pasar por alto el obligado comentario sobre la paliza que le dieron en Cuba al esposo de la bloguera Yoani Sánchez para amedrentarla a ella y que dejara de hablar. Sobre todo después de su último post, donde aparece una entrevista en siete preguntas que le hizo a Barack Obama y que este le respondió. Tengo que dejar de lado una semana de desmanes del loco Chávez, incitando a la guerra y la violencia y despojando a Manuel Rosales de sus bienes. Pero es que, algo mas importante ha ocurrido en mi vida:

El concierto de lanzamiento del EP (significa “extended play” y se llaman de ese modo cuando no llegan a ser un “long play”, son solo cinco canciones en este caso) de mi hijo -el cantautor venezolano Jeremías Lawson-, se realizó este jueves pasado, como ya venía comentando reiteradamente. Díganme de qué manera dedico unas líneas a todos esos eventos y dejo de lado algo tan fundamental como esto?; por lo menos para mí que al fin y al cabo soy la que escribe el blog, No?

Jeremías Lawson, presentó ante familiares, amigos y algunos fans, su trabajo. Faltó la presencia de la prensa que debería haber sido convocada –como ocurre en estos casos porque es a ellos a quienes hay que presentarles las novedades para que las divulguen- pero los managers que se suponían encargados de ese pequeño detalle, no lo hicieron. De todas maneras, el llamado a todos los medios de comunicación va a ser para finales del mes de Enero, el día 29 para ser más específicos, en el MAC (Miami Art Central) de la Cisneros Fontanals Art Foundation.

Cuando hablo de mi hijo, casi siempre parezco “la mamá que habla de su hijo”.
Me hace pensar en el pasaje en prosa del libro “Humor y Amor”, -de Aquiles Nazoa,el gran humorista venezolano-, donde una madre pone a su niña a darle un recital de piano a los invitados a una fiesta en su casa y por poquito los enloquece, hasta que alguno que intentaba ser cortés y ver si la tortura terminaba, le dice a la madre: “Ay, Doña ‘fulana’ que bien toca la niña pero, No estará cansada?” y ella le responde; “No, es que no la ha visto tocando cuatro*!”; a lo que el invitado escandalizado riposta: “Cuatro pianos?, Ni muerto me meto eso!” y se marchó del sarao.

Usualmente la gente me mira con condescendencia -sonrisas ladeadas y mirada algo perdida- o miran al piso (como en el caso de Willy Chirinos, que cuando le dije que mi hijo era músico y cantautor, pensó que iba a pedirle algo) hasta que lo escuchan. Supongo que, entre otras cosas, porque tuve a Jeremías demasiado joven (y gracias a que los geminianos somos los Niños del Zodiaco, también parezco menor de lo que soy) nadie que no nos conozca se imaginaria que puedo tener un hijo de treinta años; así que si menciono que mi hijo es músico, de inmediato imaginan a un muchachito de no más de doce años que toca flauta en la banda de la escuela.

Afortunadamente, poco después entienden que cuando digo “músico” hablo de una persona que toca varios instrumentos, compone letra y música de sus canciones, las arregla y ejecuta, escribe los papeles por donde se guían los instrumentistas que le acompañan y monta un concierto de increíble calidad donde, entre sus comentarios sobre la historia de las canciones y las que las propias canciones cuentan, pasan una hora y media deliciosa. Cuando todo termina balbucean: “Oye…, pero es que es músico de verdad!” y yo…, los miro condescendiente.

Quizá por eso me ha costado más impulsar su carrera, siendo que gracias a la mía y los contactos personales de que he podido hacer acopio a lo largo de mi vida, debería ser un poco más fácil.

Por su parte, la relación con él tampoco ayuda. Jeremías me conoce lo suficientemente bien como para saber que mi oído musical es bastante selectivo y que mis amigos músicos pedían mi opinión con respecto al trabajo que realizaban, porque la consideraban valiosa –por un lado no les “doro la píldora” y por otro tengo bastante buen gusto musical, aunque me quede mal decirlo-, razón por la que conoció a muchos de ellos, pero sigue pensando que porque soy su mamá, no puedo ser honestamente objetiva.

Ustedes pueden tener la certeza de que, si algún día de la vida hubiera pensado que mi hijo podía hacer el ridículo sobre un escenario, con mucha dulzura y rigidez (si es que eso es posible) hubiera buscado el modo de orientar su vocación hacia el basquetbol en el que también era bastante bueno; y eso a pesar de las desafortunadas opiniones de familiares cercanos.

Pero resultó que, estaba cumpliendo catorce años y lo llevé a celebrar a un lugar nocturno de la ciudad de Valencia, en Venezuela, donde músicos amigos solían juntarse a “jammear” y donde, en ese día especifico, había además un concierto de unos que él admiraba especialmente.
Jeremías disfrutó de la performance, así como de la cerveza que le brindó el dueño por haber llegado a tan vetusta edad (ya saben que en Latinoamérica “beber” es un pasaje iniciático) y en el intermedio le pidió al amigo que tocaba la guitarra, que se la prestara. Cuando noté su ausencia a mi lado, ya estaba probando sonido con una Ovation de 12 cuerdas en sus manos y minutos más tarde, nos deleitó a todos con varios temas, de Guns & Roses y Eric Clapton, de tal modo que el dueño del bar me pidió fecha para un “toque” en el lugar.
Esto nunca llegó a concretarse, realmente los 14 años eran un problema, pero en cambio yo descubrí que mi hijo era un artista y estaba destinado a los escenarios del mundo.

Más aun me convenció de ello en el momento en que lo puse a escoger entre la música y el basquetbol, al cual hasta entonces le dedicaba toda su energía en el seleccionado de la escuela (porque entre ambos no le daba tiempo de estudiar, aunque tampoco era que sin alguno de los dos estudiara mucho más), y la música fue su elección. Desde ese minuto, me avoque a conseguirle un "hierro" (instrumento, en el argot de los músicos venezolanos).

A partir de allí, lo he visto luchar por su carrera. Aprender música solo, -con algunos muy pequeños aportes de una corta visita al Tecnológico de Música de Valencia donde Victor D’Lorenzo me dijo que no tenía nada más que enseñarle (nunca supe si por lo bueno que era Jeremías o lo malo que era el instituto) y un poco de estudios de voz con Rossana Parodi-, trabajar para pagar sus equipos, sus ensayos, sus músicos, sus grabaciones amateurs anteriores a esta, los equipos para grabar en casa sus maquetas (mismos que sirvieron para grabar el podcast que hacíamos antes, el “Rincón del Cantautor” que hace ahora y producir lo demos musicales de varios noveles artistas), la impresión de sus discos, sus vestuarios, además de sus gastos de vida. Y si cuando escuchen el EP les parece que solo en dos canciones pareciera no faltar absolutamente nada, quiero que entiendan que lo único que faltó en las demás, fue dinero. No talento ni trabajo, dinero.

Dicho esto, comprenderán que a nadie en el mundo le interesa la carrera musical de Jeremías Lawson más que a mí; y aunque a él le parezca poco serio que un artista de treinta años esté representando por su madre y que eso lo haga sentir como una de esas niñitas a las que los padres llevan a los concursos de belleza -a mi ver, enseñándolas a ser fatuas desde que dejan de orinar los pañales-, me verán superar las caras de: “Ahí vamos con el cuento de lo talentoso que es el hijo” y pasará como en su momento con Chris Rodríguez -el reconocido productor musical detrás de los éxitos de muchos famosos-, que aceptó realizar el EP con una ganancia ridícula (si es que la hubo), solo porque pensó que valía la pena. También él se colocó su mejor sonrisa, hasta que Jeremías comenzó a cantar acompañado solamente con su guitarra, sentados en un sofá dentro de su estudio en el Doral; y les cuento que no es porque tenga la mejor voz del planeta pero no creo que sus melodías y letras, estarían mejor cantadas por alguien más.

Ya sé que me pasé de la raya con el largo de este post y puede ser, aunque no creo, con el orgullo de madre; pero, Saben qué? No me importa. Este es un pálido homenaje, a quien bien lo merece.

Si hacen click en el título, los llevará directamente al slide show que coloqué en YouTube con fotos del concierto.

Nos vemos, en el espejo!

*Guitarrilla venezolana de cuatro cuerdas.

Comentarios

  1. Supongo que ya sabes en donde y con que estoy en desacuerdo en este articulo... Pero soy un fiel defensor de la libertad de expresion y este es tu blog. Asi que, gracias. El resto ya lo sabes.

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